Hay un Viejo axioma en política que dice: “No interrumpas a tu enemigo cuando se está equivocando”. Y esto vale tanto para la política interna de un país cuanto para la política internacional.

El escándalo desatado por los dichos de Peter Lamelas, embajador designado por Estados Unidos para la Argentina, es una muestra de esto. Luego de ser sindicado por el presidente Donald Trump, este médico cubano-estadounidense, empresario de la salud de Miami, tuvo que ir a la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado a dar cuenta de sus ideas y proyectos a llevar adelante al frente de la delegación diplomática. Y ahí vino lo escandaloso cuando dijo que sus objetivos son:

-Apoyar a Milei para que gane las elecciones legislativas de medio término, en octubre próximo.

-Asegurarse de que Cristina Fernández siga presa “para que pague sus culpas”.

-Recorrer las provincias argentinas para vigilar que no hagan acuerdos con la República Popular China.

Hasta ahí, los puntos más salientes de lo que dijo Lamelas, y que generaron un gran debate en Argentina y respuestas de distintos sectores, políticos, sindicales y sociales, principalmente. Solo cuatro gobernadores respondieron: Axel Kicillof de Buenos Aires, Ricardo Quintela, de La Rioja, Sergio Ziliotto, de La Pampa, y Gustavo Melella, de Tierra del Fuego. 

Pero la reacción más contundente vino de la ex presidenta presa, Cristina Fernánez: “A Trump, como a Milei, lo que les molesta es la democracia argentina”. “Son prácticas neocoloniales y ni Monroe se animó a tanto”, agregó, en relación a James Monroe, aquel presidente autor de la doctrina que lleva su nombre, que decía que América era para los americanos, como se definen los yanquis. Pero su frase más lapidaria fue: “Está claro que la campaña electoral para octubre no la hacen los hermanos Milei, sino que se la hacen desde Washington”.

Esa última frase conlleva un eco que llega desde 1945, cuando el mejor slogan de campaña para el flamante peronismo vino de manos, nada más ni nada menos, que del entonces embajador de Estados Unidos. Aquel slogan decía: “Braden o Perón”, y no hacía falta explicar mucho más. Se refería a Spruille Braden, dueño de la Braden Cooper Company, que explotaba el cobre chileno, y también había hecho de las suyas apoyando a Paraguay (en realidad a la Standard Oil, Exxon) en la Guerra del Chaco contra Bolivia (Shell). Cuando llegó a la Argentina, en 1945, se abocó con fervor a combatir la figura de un emergente coronel Juan Domingo Perón, y luego a organizar la Unión Democrática, un rejunte de partidos que iba desde la izquierda tradicional a los más conservadores, para las elecciones de 1946. 

Pero la intromisión del Imperio en la política interna de nuestro país fue tan burda, que el slogan Braden o Perón fue un regalo del cielo. Hoy, 80 años más tarde, ya aparecieron afiches virtuales con la inscripción: “Lamelas o Cristina”, y “Lamela o Patria”.

Pero yendo a lo más profundo de la política, lo que dijo Peter Lamelas en el Senado de los Estados Unidos, en realidad es cierto. No dijo nada que no piense, nada que no esté en la agenda del actual gobierno, y nada que no hayan hecho en el pasado los anteriores embajadores de Estados Unidos en Argentina.

Lo que sí sorprende es el grado de franqueza, o más bien de torpeza, porque para llevar adelante esos planes, no hace falta blanquearlos, ni advertir al adversario. También llama la atención que ningún senador haya tenido la decencia de advertir las barbaridades que estaba diciendo un futuro embajador de su país.

¿Será que hoy lo que garpa políticamente es la estridencia, y dentro de ella, la sinceridad más brutal? No falta mucho para que el propio presidente Milei reconozca que, efectivamente, nos hemos convertido en una neocolonia, y que su campaña es cierto que se digita desde el norte.