En los primeros tres meses, golpeó la mesa, gritó e insultó, muy al estilo de las nuevas derechas extremas. Avanzó sobre los derechos y libertades en su propio país, puso en riesgo la democracia misma y se encaminó hacia un gobierno autocrático. Para afuera, también se comportó como matón de esquina, insultando a propios y extraños, ofendiendo a aliados y amenazando a todo el mundo (literalmente a todo el mundo) con aranceles al comercio exterior. Luego, fue negociando con cada uno, más como si estuviera en una feria de pulgas que como si fuera el presidente de una de las principales potencias mundiales.

Una vez que hubo marcado la cancha, decidió salir en su primera gira y eligió estratégicamente el Medio Oriente. Sin dejar de lado cuestiones geopolíticas, priorizó su faceta empresarial, lo que mejor le sale, y recorrió tres países para sellar negocios. Anunció inversiones por 600.000 millones de dólares de Arabia Saudita, un contrato con Boeing de 200.000 millones de parte de Catar y 1.400 millones de Emiratos Árabes Unidos en inversiones durante los próximos 10 años.

Además, se conoció la intención del emir de Catar, Tamim bin Hamad Al Thani, de regalarle a Estados Unidos un Boing 747 valuado en 400 millones de dólares para que reemplace al actual avión presidencial. Y lo más importante, la intención de Trump de aceptar el regalo. “Sería estúpido rechazar la oferta del emir”, dijo Trump, ante la controversia que se generó inmediatamente en el Congreso de los Estados Unidos.

La diplomacia de los negocios

Trump no sabe comportarse sino como lo que es, un hombre de negocios y no un estadista. Sin embargo, viajó a un lugar caliente, plagado de conflictos, y no pudo escapar a ellos.

Estaba cerca de Turquía, preparado para volar raudamente a Estambul si se concretaba su ansiada cumbre con Vladimir Putin y Volodimir Zelenski, cosa que finalmente no ocurrió. Por lo tanto, el tema de la guerra de Ucrania sigue sin resolverse, cuando él había dicho en campaña que lo resolvería en un día. Además, por detrás de esa paz, está un plan de negocios millonario para Estados Unidos, que se quedará no solo con la reconstrucción del país, sino también con los recursos energéticos y las tierras raras. Por todo eso es que ahora está ansioso por un acuerdo de paz, ya que Ucrania puso los muertos y las pérdidas territoriales y él busca cosechar los beneficios.

También estaba muy cerca de Israel, su aliado principal, a quien desairó al no visitarlo, estando en el vecindario. Sin embargo, no pudo con su genio y volvió a decir que quiere “hacer de Gaza un lugar de libertad”, insistiendo con su idea de hace unos meses de desalojar a los palestinos para crear una Riviera en el Mediterráneo, es decir, una limpieza étnica para favorecer negocios inmobiliarios. Y esta vez lo volvió a decir a dos pasos de donde esta semana Israel masacró a cientos de palestinos, y justo el 15 de mayo, el día en que el pueblo palestino recuerda la Nakba (catástrofe), o sea el robo de su territorio para la creación del Estado de Israel.

Inmediatamente, y como no podría ser de otra manera, el Movimiento de Resistencia Islámica (Hamas) respondió: “Gaza es una parte inseparable del territorio palestino y no en un inmueble en venta en el mercado libre”. Pero no fue la única respuesta, también Irán respondió, en un momento delicado, en el que desde hace semanas se llevan a cabo negociaciones entre Washington y Teherán por el programa nuclear iraní. Desde Yakarta, capital de Indonesia, el presidente del Parlamento de Irán, Mohamad Baqer Qalibaf, llamó a la unidad de todos los musulmanes del mundo para alzar la voz en contra del genocidio israelí en Gaza.

Ese hecho fue simbólico por dos motivos, porque fue en Indonesia, el país con mayor cantidad de musulmanes del mundo, y porque fue claramente un reproche a las satrapías del Golfo Pérsico (Arabia Saudita, Catar y Emiratos Árabes Unidos), que en esta misma semana hacían negocios y se abrazaban con Trump mientras Israel masacraba niños y ancianos en sus narices.

Por último, y como para decir cartón lleno en la saga de “éxitos” comerciales y zafarranchos diplomáticos, Donald Trump se reunió con el nuevo presidente de Siria, Ahmed Al Sharaa, y anunció que levanta todas las sanciones contra el país. Lo que no se anunció, ni oficialmente ni en la prensa, es que se trata del mismísimo Abu Mohamed al-Golani, ex líder del Estado Islámico primero y del Frente Al Nusra luego, la franquicia de Al Qaeda. Este mismo personaje había sido incluido por Estados Unidos en 2013 dentro la lista de “terroristas globales especialmente designados”. Pero ahora, de golpe, es un mimado de Washington, porque consiguió desalojar del poder a Bachar Al Assad, el presidente de Siria. Queda claro que la estrategia de las sanciones por un lado, y el financiamiento de los grupos terroristas (Estado Islámico y Frente Al Nusra), por otro lado, eran parte de un mismo objetivo, sumar a Siria como un peón más en este tablero de ajedrez.

Pero como la hipocresía no tiene límites y la desinformación tampoco, justo este martes Estados Unidos reincorporó a Cuba al listado de “países que no cooperan plenamente con los esfuerzos antiterroristas”, una medida que significa la aplicación de nuevas sanciones para la isla.