Mientras en muchos países alrededor del globo los gobiernos debaten sobre la calidad y resultados de sus fuerzas productivas, alimentando quizás discusiones ya saldadas tiempo atrás, emerge el solitario ejemplo de Islandia.

La isla, ubicada en el Océano Atlántico entre Noruega y Groenlandia y de raíces nórdicas, comenzó a experimentar con las semanas laborales más cortas de manera formal en en el 2019. Menos días y menos horas de trabajo pareciera ser la ecuación que por ahora, a este pequeño país, parece darle grandes resultados.

Según los últimos estudios, el 86% de los islandeses accede a jornadas reducidas. Todo esto sin afectar el salario, mejorando la productividad y atacando los niveles de estrés en la población laboral. 

Los ensayos comenzaron, de manera progresiva, en 2015 con tan solo el 1% de la población laboral activa de Islandia, algo así como 2.500 trabajadores. El experimento introdujo semanas laborales de 35 o 36 horas dividido en cuatro días hábiles.

.

El experimento incluyó eliminar reuniones improductivas, más autonomía en las decisiones y un trabajo focalizado. Las empresas que adoptaron el modelo de la semana laboral más corta reportaron una mejora del clima laboral y una notable caída en los índices de ausentismo.

Los datos acompañaron el novedoso experimento. En los últimos años el PBI islandés creció de manera sostenida, las tasas de empleo fueron estables y no aumentó el gasto público de los gobiernos.

El experimento, viendo los resultados positivos, tiende ahora a convertirse en una política de Estado.

La Argentina, lejos del debate por ahora

A contramano de lo que dictan algunos ensayos, practicados con regular a gran éxito en empresas nacionales, nuestro país está lejos aún de la vanguardia de este debate.

Con un gobierno en frontal ataque a sindicatos, que quebranta las leyes laborales y que instala un relato de que trabajar más horas es sinónimo de trabajar mejor, parece que estamos lejos de convertir la semana laboral más corta en realidad.

La realidad de los trabajadores, sin embargo, está llegando a un punto límite. Una fuerza laboral argentina que año a año encarece su situación profesional, que adopta el pluriempleo y que confiesa estar quemada.

El fenómeno del burnout se profundizó pos pandemia. Desde el 2020 Argentina lidera el ranking del estrés laboral en toda Latinoamérica.

Nuestro país está lejos, pero pareciera ser que, al menos en Islandia, se puede vivir mejor trabajando menos.